Secuelas de un apagón nacional
- Luis Muñoz
- Apr 30
- 4 min read
Hoy en día, la cura no está en una meditación, en un retiro, en un libro, ni tampoco la encontrarás con tu terapeuta. Si, sorry. Nope.
La cura está en dejar de drogarse con TikTok, Instagram o [inserta la red social que te entretiene mientras estás sentado en el baño].
La cura para qué te preguntarás. Pues para que tengas un mejor trabajo, empieces ese emprendimiento, para tener más dinero, encontrar (o retener) a la pareja de tus sueños, o mejorar la relación con tus papás. Entiende de una vez que no hay algo qué esté mal contigo, es que simplemente estás jodidamente distraído.
Tu energía ya no es la misma desde la pandemia. Tu atención no te pertenece más. Y no, tu cerebro no fue diseñado para tragarse 100 videos de 12 segundos (dato real, ¿eh?) y encima enterarse que tu amiga de segundo básico ya va por su tercer hijo y vive en la China comunista con su novio irlandés.
It’s fucking useless.
Anteayer, en España, nos quedamos sin luz. Si. EN ESPAÑA. Mi primer pensamiento fue: “tranqui, tengo batería en el iPad, comparto datos del iPhone y sigo viendo Glee, digo un documental sobre el Universo”. Mjm.
Nega papu. Se cayó el internet también… (gritos de perra loca).
Esto nunca antes había pasado. Un apagón total. Desconexión digital absoluta (más gritos).
Justamente después de darme cuenta de que la cosa iba seria, comenzó un interesante viaje interior con distintas etapas:
1. Desesperación
Como buen adicto, desbloqueé el celular y “aspiré” las últimas stories que se habían descargado antes del apocalipsis digital. Esas líneas no me pegaron casi nada. Para cuando ya no había más que ver me puse a ver fotos antiguas. WTF cerebro.
2. Sueño forzado
Mi mente dijo: ni modo pues, “mimiremos”.
Desperté 1 hora después esperando que la droga ya estuviera disponible. Nada.
¿Ahora?
3. Lectura
Supuestamente mi fantasía era tener tiempo libre para leer como un monje en los Himalayas en postura de loto.
Mentira.
Leí más de lo habitual, sí, pero mi mente no daba para más. Después de unas páginas extras, dejé caer mi libro y con mi columna inclinada como una palmera pesada, retrocedí a la etapa 2…
Me “mimí”.
4. Creatividad
Mi cerebro, resignado, me propuso un trato:
“Bueno… ya que no hay dopamina, escribamos pues. Te gusta, ¿no?”
Hice ejercicios de escritura de un libro que me regaló mi mamá hace 4 años. Me sentí bien. Es más, me sentí increíble. Supuestamente, nunca tenía tiempo para hacerlos, pero aprendí que en realidad no tenía energía, ni capacidad para concentrarme.
Además, no tenía idea de lo que pasaba en China. Fue hermoso.
5. Comunidad
Salimos a la calle.
No por salud, sino por buscar el chisme de barrio. A ver si alguien sabía algo más de por qué no daba el semáforo hace 4 horas.
Nos encontramos con un perro gigante llamado Paco, con Victoria una mujer catalana con discapacidad y unos viejitos cantando el “Mewabi” a todo pulmón.
Visca Catalunya i Visca el Català!
Nosotros también lo cantamos.
6. Moverse con la luz del día
Volvimos a casa. Y a medida que oscurecía, nos vimos obligados a aprovechar los últimos rayos para ordenar la casa. Cuando ya no se veía nada, no nos quedó de otra que relajarnos. INCREIBLE. La eterna disponibilidad de luz e internet nos han hecho jugar a Dios y a querer “alargar” el día. Prendemos luces, miramos pantallas y nuestro pobre cerebro dice: bueno pues el tipo sigue activo. A darle.
Dormimos a las 10 de la noche como dos naúfragos sin saber qué más hacer.
Y dormimos como bebés.
Sin scroll. Sin ansiedad. Sin noticias. Sin China.
Estar en un apagón es altamente recomendado. Si estás en tu casa, obvio.
7. “Despertar”
Al despertar, volvieron los mensajes, las notificaciones y los videos de una España sacudida. Todos querían hablar de lo “mágico” que fue el apagón, por qué deberíamos comprar más papel higiénico y agua o cómo los rusos nos lanzaron un rasho laser.
No sabía cómo sentirme. Feliz porque podía hacerme un revuelto de huevito con palta, si. Triste porque recaería en la adicción. Maldita y bendita disponibilidad.
Me di cuenta que no puedo provocar otro apagón nacional, pero sí puedo apagar mis redes.
No borré Instagram porque trabajo con algunas cuentas.
Pero desactivé el acceso a mi cuenta personal donde está el oro.
No tengo TikTok porque, sinceramente, lo considero el diablo en forma de app.
Y Facebook… no es nada azul, es muy amarillo. Termino viendo peleas de señoras en mercados de México. No te miento, son buenísimas. Pero me alteran los nervios.
Quiero poner mi energía en el punto 4: la creatividad.
No quiero gastarla en chismes lejanos. Quiero chismes cercanos, de mi familia, de mis amigos y de mi barrio.
Esos chismes digo historias que me provocan escribir textos, libros, tener nuevos amigos y crear proyectos… y por qué no, también generar más dinero para un viajecito de vez en cuando.
Quiero poner mi energía en lo que me da paz, porque sé que afuera algo querrá quitármela. No quiero ser yo mismo el que se dispare en el pie scrolleando sin sentido y sin parar. Qué mierda.
Quiero saber que tomé la decisión de levantar la cabeza a tiempo. Cuando todavía hay gente que amo en mis mesas. Y no levantarla tarde, para darme cuenta que todos ya se han ido.
Curate. Hoy.
No esperes a un apagón.
No esperes que el algoritmo te diga basta. No sabe cómo.
Apaga tú.
Apaga antes de quedarte sin luz adentro.
Sígueme en redes para más textos... jaja mentira.
Luis
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