Decidir es perder - Cómo tomar mejores decisiones este 2025

Decidir es perder. Decidir es admitir que algo no va tan bien como quisieras. Decidir es renunciar a la comodidad de lo conocido por la incomodidad de la incertidumbre. Decidir es sembrar e implica paciencia. Decidir es el primer paso. La primera parte de un viaje donde confiamos que el destino y el camino harán sentido para nosotros.

Por todo esto, es tiempo de decidir. Pero antes de decidir… hay que sentir.

Decidir usando solo tu mente podría llevarte a lugares “correctos”. La mayoría de las personas estarán de acuerdo si tomas este tipo de decisiones. En primera instancia, ante los aplausos de un público que no te conoce del todo, parecerá que vas bien. Pero, cuidado, podría ser que te estés dejando llevar por la corriente, por las heridas de tus ancestros y termines en un lugar que todos admiren, menos tú.

Solo sentir tampoco es el camino. Tus sentidos fácilmente se dejan endulzar por caricias (reales o simbólicas) y te hacen decidir impulsivamente. Necesitas contrastar la información con tu mente. Revisar los datos históricos. Acordarte de tus sesiones de terapia, de los libros que has leído y de lo que tus amigos te han señalado las veces que has caído en la misma trampa.

Por todo esto, decidir es un trabajo en equipo. De tu mente y de tu cuerpo. De tu razonamiento y de tu sentir. (El alma ya sabe lo que hace.)

Ahora que estás consciente de esta poderosa dupla. Hay que hacerla trabajar.

Saca un papel. O abre tu app de notas. Vamos a tomar una decisión.

1. ¿Qué quieres? Difícil, ¿no? No importa. Piensa. Simple o complejo, estamos practicando. Y no, no lo harás luego. No te mientas. Hazlo ahora. Juguemos.

Ej. “Ok. Creo que quiero más dinero.”

2. Asegúrate de que ese querer sea tuyo. No de tu abuela, ni de tu papá, ni de tu mejor amiga, ni de tu pareja.

Ej. “Mi mamá siempre vive preocupada del dinero, pero la verdad es que yo no tanto. Siempre he pensado que se puede vivir bien con lo suficiente.

¡CAMBIO! Ok, quiero estabilidad emocional. Ese sí suena más mío. Últimamente, no he podido manejar mi sensibilidad… Sí, definitivamente, es mío.”

3. ¡A tocar puertas! No busques solo en Google. Contacta personas reales. Que te digan “Sí” o “No” o que te ignoren. Cada interacción servirá para sentir si tu cuerpo se entusiasma, se pone nervioso o rechaza. La aguja de la brújula va a moverse. Quiero que veas dónde apunta.

Ej. “Escribiré a 5 psicólogos/coaches/chamanes por Instagram y correo electrónico. Tres me contestaron. Uno me parece medio rarito. Y otro me respondió de una manera que me transmitió confianza y además puedo pagar por sus sesiones.”

4. Si tu mente y tu cuerpo se miran a los ojos, saltan y gritan: “AQUÍ ES”, no hay vuelta atrás.

Ej. “Mi cuerpo dice: ¡Sí! Tengo un buen tincazo con este sujeto. Tu mente responde: Sí, podemos pagarlo sin generarnos problemas y, además, nunca has hecho terapia con un hombre. Vamos.”

5. ¡Has tomado una decisión!

Concreta la sesión con la certeza de que esa decisión está alineada con tu mente y tu cuerpo.

No importa donde te lleve la decisión. Si el psicólogo era lo que esperabas o no. Te has movido sin que te empujen y eso tiene premio. Las decisiones propias tienen más valor porque nos conducen a destinos hechos para nosotros, para gozar o para aprender. Si gozas, te lo agradeces. Si aprendes, no apuntarás a nadie, te harás responsable y más sabio para tu siguiente toma de decisión.

No puedes controlar el clima, pero sí puedes asegurarte de estar atento a cómo responde tu bote en diferentes aguas y usar tu experiencia para redefinir un rumbo único para ti.

Reitero: Decidir es perder. Es avanzar y explorar lo que la vida tiene para ofrecer. Es asumir riesgos para descubrir quién eres y de qué eres capaz. Es perder para emocionarte de lo que puedes ganar.

Para mí, lo vale.

Luis (@luismunozd)